Por Ruth Behar
Adio Kerida es un documental personal que trata sobre la búsqueda de identidad e historia entre un grupo de judíos sefarditas con raíces en Cuba. El título del documental, Adio Kerida, proviene de una canción de amor sefardí, y su propósito es realzar los temas de expulsión, partida y exilio que yacen en el punto crucial del legado sefardita. Al mismo tiempo, el título invoca la energía creativa que se inyecta a una cultura cuando se cruzan las fronteras raciales, étnicas y nacionales. También existe una dimensión personal para el título, y se refiere al deseo de reconciliación entre la directora y su padre sefardita.
El documental se compone de narraciones personales, entrevistas íntimas con judíos sefarditas en Cuba y entre el grupo de cubanos en Miami, así como de historias familiares. Estos elementos se entremezclan con minuciosos metrajes de cementerios judíos y nuevos rituales judíos en Cuba para crear una memoria fílmica cuya visión antropológica está singularmente colmada de poesía y humanismo.
El resultado es un documental que le da vida a sus diversos protagonistas y nos muestra cómo la directora se transforma por causa de su viaje.
El film se inicia con el viaje a Cuba que emprende la directora en busca de recuerdos perdidos. A pesar de haber nacido en la isla, por haber sido una niña aún al separarse de esa tierra, no la puede recordar. Así, retorna una y otra vez a su isla natal intentando aprender sobre sí misma y “su gente” en la Cuba de hoy. En este proceso descubre que los mil judíos que permanecen en la isla–casi todos sefarditas–están siendo constantemente observados, fotografiados y filmados. Además, a menudo reciben dinero fruto de la caridad de turistas judíos que provienen de los Estados Unidos y que, al descubrir recientemente la exótica tribu de “los judíos de Castro”, desean verlos en acción antes de que desaparezcan.
Por ser una judía sefardí cubana ella misma, la directora se abstiene de tratar a los judíos de la isla como a una triste tropa de relegados y ahonda profundamente en la manera en que la comunidad de judíos sefarditas en Cuba aporta sentido, alegría, canto y risa a sus propias vidas cotidianas. Si bien la historia personal de la directora informa su viaje, ésta nunca domina por sobre las historias de sus protagonistas, cada uno de los cuales es visto como individuo con una apremiante necesidad de crear una identidad a partir de la mezcla de elementos culturales cubanos y sefarditas.
La conversión, el matrimonio interracial e interétnico y la mezcla cultural, o mestizaje, son temas recurrentes en estas historias. La cinematografía y la narrativa se yuxtaponen bajo músicas que trascienden la historia contada con tambores afrocubanos, música litúrgica judía, canciones sefarditas de amor, tangos, boleros, solos de oud , flamenco, salsa cubana y jazz estadounidense. El diverso rango de formas musicales incorporadas por el sefardismo cubano adquiere presencia vívida en el documental. Cantos, músicas y danzas emergen como necesidades vitales entre los judíos sefarditas de Cuba.
En Cuba, escuchamos las voces de niños afrocubanos que afirman su herencia sefardita, de hombres y mujeres adultos que han retornado a su fe mediante conversión, y de ancianos judíos que celebran el legado del Che Guevara, cantan tangos y canciones de amor y exploran la delgada línea divisoria entre el olvido y la memoria. En Miami, oímos a vendedores de amuletos; a un peluquero gay que celebra el matrimonio de su madre cubana y sefardita con su padre cubano y católico; a una bailarina que en su presentación de danza del vientre mezcla tradiciones del flamenco con tradiciones afrocubanas y turcas; y al envejecido hombre que fuera el rabino de la comunidad sefardí en La Habana.
Al final del viaje, el video explora con valentía la vida de la directora al regresar a casa. La seguimos mientras se entera de secretos familiares por boca de sus parientes sefarditas en Miami, y luego, cuando avanza hasta encontrarse con su padre sefardita, quien desconfía de los motivos de su hija para hacer el documental. Finalmente, la vemos interactuar con su hermano, un músico de jazz que cuestiona los fines de la antropología y su avidez por viajar a otros lugares. Mediante un análisisde la identidad judía que se mezcla con la cubana y la latina, el documental presenta cuestiones de diversidad y multiculturalidad.
Los estereotipos y las imágenes prevalentes de judíos y latinos son desafiados al mostrar que los judíos pueden ser latinos y los latinos pueden ser judíos. Los judíos sefarditas se ven a sí mismos como gentes hispanas conectadas tanto con el mundo árabe como con el africano por su historia de interpenetración cultural y emocional con estas culturas. Este grupo de gente es descendiente de poblaciones judías expulsadas por la Inquisición española en el siglo XV. “Sepharad” significa España en hebreo.
Los judíos sefarditas son notables por haberse aferrado apasionadamente a su nostalgia por España y a su amor por la lengua española, aún a pesar de haber sido obligados a abandonar este territorio por cuenta de su identidad étnica y religiosa. Entre el núcleo predominante del mundo judío de Europa Oriental, a los sefardís se les malinterpreta y a menudo se les discrimina, dado que se tiende a imaginar la identidad judía en términos de las novelas de Philip Roth y las películas de Woody Allen.
Por fuera del mundo judío, los sefarditas son virtualmente desconocidos como comunidad y son prácticamente invisibles en el mundo literario y artístico contemporáneo. La comunidad cubana sefardí, dentro y fuera de la isla, ofrece una mezcla de tradiciones culturales tan única–española, turca, africana, judía, cubana y norteamericana–que sigue siendo un misterio y no ha sido aún retratada con profundidad en literatura, arte o cinematografía.
Adio Kerida es la historia de diásporas en constante adaptación intercultural. Por lo tanto, cuando la madre de la directora hunde maravillosamente sus dientes en un mango que es sinónimo del sabor y el olor de la Cuba que ha dejado atrás, nos viene a la memoria la magdalena de Proust y con esta imagen somos conducidos a reflexionar sobre la procura de un tiempo perdido que continúa dejando su marca sobre los instantes fugaces del presente.